Con el correr de los años, creyendo que ya era un tema pasado de moda, en el 2016 surge una nueva red llamada “Instagram” a la que otra vez, todo el séquito de mi entorno social empezó a mudarse dejando de lado el otro espacio ya “contaminado” por otros tipos de personas de otras edades, nuestros padres, para ser más precisos. Otra vez me encontraba corriendo de atrás en ese afán de “pertenecer” y ahora ya no siendo ningún adolescente perdido, sino que ya consciente de que no necesitaba para nada la aceptación de todos para poder dormir de noche, pero aun así la presión social y la maldita situación de quedarse afuera de las conversaciones con los amigos, me obligó a desistir de mis principios nuevamente y caer en la apertura de una cuenta en esta famosa red que tan alocados tenía a todos. Simplemente era el mismo formato que la otra, pero con pequeños cambios en la calidad de las imágenes que se podían subir. Otra vez mudar los contactos, las imágenes, verificar la privacidad y toda la pelota de cosas necesarias para abrir una cuenta de este tipo.
Con el paso del tiempo, ya en la actualidad, debo confesar que Instagram es un gran instrumento para la comunicación, la publicidad, el entretenimiento y exceptuando a Whatsapp, es el medio digital más utilizado en todo el mundo, más aún con la asociación ahora de las cuentas con su antecesor Facebook. El relato tranquilamente podría seguir sumando redes, porque en estos tiempos de cuarentena están surgiendo un montón de nuevas y la gente, por ocio o por corriente social, cae en ellas. El ejemplo perfecto es la tan demonizada “TIK TOK” a la que ni por dinero pienso entrar por mi cuenta, aunque por el enorme impacto social que tiene he sido víctima de amigos y familiares teniendo que participar en algunos de sus contenidos a punta de pistola.
A modo de conclusión, debo reconocer que la necesidad de los seres humanos de pertenecer y mantenerse en los grupos sociales predilectos, te llevan a doblegar tus valores para no quedarte afuera de la sociedad y esos sucesos que me ocurrieron a mí, le suceden a mucha gente y más todavía a adolescentes, por eso considero el diseño de la tecnología como un elemento capaz de formar valores nuevos y desechar viejos con total aceptación, incluso, de los que más tardan en caer en sus manos.
Esta es mi experiencia personal con la tecnología avasallante y los valores sociales vulnerados por ella consciente y constantemente.