Formación docente: vocación de evolución y crecimiento

En el año 2005, Philippe Meirieu publicó un escrito titulado «Carta a un joven profesor». En él, enumera una serie de reflexiones sobre los desafíos que representa la labor docente, como así también la gratificación que trae consigo la decisión de dedicar nuestra vida a la docencia. A medida que pasan los años, los desafíos de la docencia se hacen cada vez más numerosos y marcados.

Lejos en el tiempo han quedado los conceptos de «aula homogénea» o «educación bancaria». La educación, o más precisamente la enseñanza, no es otra cosa sino un organismo vivo, en constante evolución y crecimiento a medida que el tiempo avanza. Así mismo, la formación docente también se ve obligada a atravesar un proceso de perpetua evolución en búsqueda de una eficiencia que, por momentos, parece utópica. Hoy en día, un docente que ingresa a un aula se enfrenta a un microsistema heterogéneo, plagado de diversidades no solo académicas, sino también en cuanto a contextos personales, opiniones, dudas, deseos e inquietudes. Resulta indispensable entonces renovar día a día el sentido de vocación y compromiso con la educación y los alumnos. Desde el primer momento en que una persona decide emprender su camino en la docencia, será indispensable comprender que la misma va más allá de simplemente impartir conocimiento. Se trata, nada más ni nada menos que en fomenta y acompañar el desarrollo de personas críticas e íntegras. Resulta entonces indispensable para el docente adquirir y desarrollar la capacidad de no solo innovar en sus métodos de enseñanza, sino también de poder reflexionar sobre su trabajo de forma crítica, sabiendo identificar aquellas herramientas y metodologías que resulten verdaderamente eficientes de aquellas que no le permitan a él y a sus alumnos alcanzar el objetivo común del crecimiento y realización tanto en el orden académico como en el orden humano. Tan gratificante será para el docente poder encontrar y aplicar un método de enseñanza eficiente y efectivo, como le resultará doloroso poder reconocer y asimilar las instancias de «fracaso». Será entonces uno de los desafíos más importantes para un docente en formación poder identificar dichos «fracasos» como instancias de aprendizaje, mejora y crecimiento. Los tropiezos a lo largo del proceso de aprendizaje pueden resultar frustrantes y desalentadores tanto para el docente como para sus alumnos, y por ello será necesario que ambas partes trabajen siempre en conjunto, con respeto, pero también con confianza, empatía y afecto. Durante una conferencia en el año 2010, el profesor Carlos Skliar dijo, «no conozco mayor urgencia que la existencia del otro». La relación entre docente y alumnos no puede resumirse en un simple acto de presencia. Es fundamental que se produzca un encuentro significativo, activo, transformador, en el que ambas partes se reconozcan, se atraviesen, y fomenten su crecimiento mutuo día a día.

La docencia es una labor doble. Cuando hablamos de formar personas, no nos referimos solamente al estudiante. El docente enseña al mismo tiempo que aprende, escucha al mismo tiempo que es escuchado, ilumina al mismo tiempo que es iluminado. Quien decida emprender el camino de la formación docente deberá desarrollar y nutrir a lo largo de toda su vida el deseo de enseñar, formar y educar a sus estudiantes, y también de crecer, evolucionar, y mejorarse a sí mismo, como profesional y también como persona.

Pablo, Lederhos – Practica docente – Inglés I

Referencias

Meirieu, Philippe (2005) – Carta a un joven profesor.
https://ensavellaneda-cba.infd.edu.ar/sitio/wp-content/uploads/2018/12/Merieu-P-Carta-a-Un-Joven-Profesor-1.pdf

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