Por Tomás Orellana, estudiante de la Tecnicatura Superior en Traducción de Inglés
Parece ser algo que pasa casi inadvertido por nuestro pensamiento diario, pero, ¿se acuerdan de los libros de texto en nuestros primeros años de escuela? Esos mismos libros que nos ayudaron a conocer a «Caperucita Roja» o a «Pinocho», personajes que hoy son habituales en todas las culturas, y que transmitieron la enseñanza más primaria de los valores morales para niños. ¿Cómo hubiera sido nuestra adolescencia sin ser aterrorizados por Gauss y Ruffini? ¿Cómo llegamos a conocer estos nombres del otro lado del planeta, y cómo sus teorías matemáticas llegaron a ser dictadas en nuestra lengua materna? ¿Se imaginan tener memorias de las canciones de Disney cantadas en inglés y sin equivalencia alguna? Todo hubiera sido muy distinto, tal vez más fácil, tal vez más difícil, pero no sería como lo conocemos hoy.
Contar con el aporte a la comunidad por parte de los traductores fue una herramienta útil y una piedra angular para unir, transmitir y conservar mensajes, ideologías y hasta credos entre países.
El punto de inflexión en la línea histórica fue la traducción de la Biblia en manos del traductor Jerónimo de Estridón, cuya labor se basó en traducir las Sagradas Escrituras del griego y del hebreo al latín, y así mantener viva y expandir la religión católica más allá de sus confines en ese momento. El traductor ha tenido la gran labor de transmitir mensajes de la manera más concisa y específica de un idioma a otro y, gracias a esto, hoy contamos con todo lo que pudimos y podemos absorber de otras culturas que no comparten nuestra lengua. Sin el apoyo de un traductor para traducir libros de estudio, novelas o instructivos, hoy no tendríamos músicos, poetas, novelistas ni científicos que hablen nuestro idioma. ¿Cómo podría un músico aprender el solfeo sin teoría musical en su propio idioma? ¿Qué inspiración podría haber tenido Cohelo para escribir si no hubiera podido descubrir el uso de las metáforas en su lengua? ¿La teoría de la relatividad hubiera sido aplicada solo en países que compartieran la lengua de Einstein?
Todas estas preguntas surgen solamente cuando nos cuestionamos el origen de las cosas que hoy tenemos. El aporte de los traductores, junto a otros aportes históricos, hace que el mundo hoy sea lo que es: un lugar lleno de conocimientos compartidos, de mensajes transmitidos y de ideales afianzados entre naciones con raíces distintas. El traductor puede ser solo un grano de arena en el desierto visto a grandes rasgos, pero sin ese grano de arena, el desierto sería probablemente un arenero de dimensiones no tan impresionantes.