Nuevas alfabetizaciones

Alina Francisca, estudiante de Primer Año del Profesorado de Educación Tecnológica

Luego de los primeros años de docencia ejercidos en el ciclo orientado, tomé unas horas en un primer año. El primer día, luego de escribir en el pizarrón para que copiaran en la carpeta, varios alumnos levantaron la mano y uno de ellos me dijo que no sabían leer “en cursiva”. Como todos bajaron la mano ante esta aclaración, yo borré y reescribí el texto en imprenta. “Todo así, en mayúscula”, como se escuchó desde el fondo. Y todos copiaron todo sin pensarlo.

   Otro día, para hacer uso de las TIC en el ámbito escolar, les pedí que me enviaran un trabajo en pdf adjuntándolo en un e-mail. Convencida de estar trabajando en el mismo idioma de su época, supuse que no habría inconvenientes. Pero ellos mismos, contemporáneos a este auge tecnológico, me dijeron que no sabían guardar un archivo en pdf, que preferían entregarlo a mano en una hoja. Sí. Millenials que preferían escribir en una hoja, todo en mayúsculas por supuesto.

   Ahora me quedó claro que la capacidad de usar herramientas para la lectura y la escritura, tan necesaria en la cultura textual, es también indispensable para que sea posible la lectoescritura de otros lenguajes. Y es que en la cultura hipermedial las competencias comunicativas deben ampliarse.

   Esta sociedad de la información necesita una nueva alfabetización, para poder desarrollar destrezas y así intervenir en situaciones comunicativas generadas a partir de las nuevas tecnologías. Coincido con la necesidad de una alfabetización más global, que comprenda otras alfabetizaciones, con objetivos y contenidos que no sean independientes del modelo de sociedad que se pretende, sino que se centre en el dominio de procesos útiles para este contexto cultural determinado.

   Autores como Ferguson, plantean desde hace varios años su preocupación por la extensión de la alfabetización. Promueven la generalización de una alfabetización integral que supere el carácter instrumental de la misma y considere dentro de sus objetivos una convivencia más democrática, que eduque para que el individuo desarrolle una mirada crítica autónoma.

   Creo que la era digital muchas veces olvidó esta cuestión, hasta los paradigmas más progresistas también se han centrado en los procedimientos mecánicos de codificación y decodificación de lenguajes, y han excluido dimensiones que tengan que ver con el desarrollo personal y el bien social.

   La historia de las trayectorias escolares lo confirman, hay alfabetizaciones más conscientes que otras. Sabemos cuándo y quién nos enseñó a leer y a escribir, pero no podemos decir ni quién nos enseñó, ni cuándo aprendimos a googlear, a chatear, a twitear.

   Como señala Plascencia, “los jóvenes están en condiciones de editar audiovisualmente pero no de reflexionar sobre el contenido que editan”.

   Es por esto que la alfabetización integral contempla tres dimensiones: comunicacional, ética y social, desde las que no sólo capacita para utilizar procedimientos que permiten enfrentar críticamente distintos tipos de textos, sino que promueve una relectura del mundo para poder valorarlo y transformarlo. O por lo menos intenta no contribuir a seguir generando un mundo tan desigual en términos de inforicos e infopobres.

   En consonancia con las teorías educativas de Paulo Freire, el texto deja la puerta abierta para pensar en una alfabetización integral como un derecho de todos.

  Entonces, vuelvo a pensar en mis alumnos. Sé que sólo si su alfabetización básica tradicional se amplía a una alfabetización digital diseñada en coherencia con su integralidad, podrán experimentar un conocimiento poderoso, y trascender en esa historia en la que el deseo de mantener el poder de unos pocos, ha mantenido en la ignorancia a muchos.

   No me quedan dudas de que la alfabetización debe ser una forma de liberación, aunque la cultura hegemónica no lo crea conveniente.

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